"Los enanos no se llevaban bien con aquellas criaturas. Aun enanos bastante simpáticos, como Thorin y sus amigos, pensaban que los elfos eran tontos (un pensamiento muy tonto, por cierto), o se enfadaban con ellos. Pues algunos elfos les tomaban el pelo y se reían de los enanos, y sobre todo de sus barbas. —¡Bueno, bueno! —dijo una voz— ¡Miren qué cosa! ¡Bilbo el hobbit en un poney, cíelos! ¿No es delicioso? —¡Maravilla de maravillas! En seguida se pusieron a corear otra canción, tan ridícula como la que he copiado entera. Al fin uno, un joven alto, salió de los árboles y se inclinó ante Gandalf y Thorin. —¡Bienvenidos al valle! —dijo. —¡Gracias! —dijo Thorin con alguna brusquedad, pero Gandalf había bajado ya del caballo y charlaba alegre entre los elfos."
(Alan Lee)
El Hobbit, capítulo III
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