"—¡Cielos! —exclamó—. ¡Parece que estoy justo al otro lado de las Montanas Nubladas, al borde de las Tierras de Más Allá! ¿Dónde y adónde habrán tenido que ir los enanos y Gandalf? ¡Sólo espero que por ventura no estén todavía allá atrás en poder de los trasgos! Continuó caminando, fuera del pequeño y elevado valle, por el borde, y bajando luego las pendientes; mas en todo este tiempo un pensamiento muy incómodo iba creciendo dentro de él. Se preguntaba si no estaba obligado, ahora que tenía el anillo mágico, a regresar a los horribles, horribles túneles y buscar a sus amigos, Acababa de decidir que no podía escapar a ese deber, que tenía que volver atrás —y esto hacía que se sintiera muy desdichado— cuando oyó voces."
(J. R. R. Tolkien)
El Hobbit, capítulo VI
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